Interés general

Que treinta años no es nada

Juanchi Baleirón habla sobre Soundamerica, el nuevo disco de Los Pericos. También sobre el mercado musical, el misterio de las bandas masivas, los hits y los artilugios del éxito en estos tiempos superpoblados de música.

por Agustín Marangoni

– Hay mil ejemplos de canciones que llegaron a ser hits sin tener ni un solo elemento pensado para detonar el mercado. Los hits son un misterio.

La voz de Juanchi Baleirón suena apurada. Como si no estuviera pensando lo que está diciendo. O todo lo contrario. Tal vez reflexionó tanto el asunto que las palabras se le caen de la boca. Ahí nomás suelta un ejemplo: Hacelo por mí, de Ataque 77. Juanchi fue productor de ese megaéxito. Lo recuerda como un paradoja, un fruto de la casualidad. No sabe bien cómo explicarlo, entonces hace una lista de ideas en el aire:

– El tema no tiene ni un elemento que a priori ingrese en la categoría de hit.

– No tiene una estructura que se repita.

– Es una canción larga.

– El estribillo tarda más de dos minutos en llegar y tiene sólo tres palabras.

– No corresponde con el ritmo de una canción de cancha.

¿Te das cuenta? –dice— es el antihit. Sin embargo, es un hit. Inexplicable. Ahí tenés un caso paradigmático que demuestra que en la música no se puede calcular el éxito de nada.

Lo dice un productor completísimo, un artista que trabaja con guardapolvo blanco en el laboratorio musical. Sin embargo, su truco es soltar las amarras y dejar que las ideas se ensamblen en el diálogo con los músicos. Así fue concebido Soundamerica, el nuevo disco de Los Pericos. Su banda. Tal vez la mayor fábrica de éxitos del rock argentino. Habría que hacer la cuenta.

Soundamerica es un álbum rítmicamente ecléctico, sobrevuela el reggae, el reggaetón, la música disco, el soul, el funk y hasta consigue un cruce eficaz con el hiphop en los versos de Emanero. La mezcla es limpia. Los vientos suenan ajustados y los arreglos tienen la profundidad suficiente para que aparezcan de a poco en detalles y capas de guitarras. Es un trabajo que merece ser escuchado tres o cuatro veces antes de formar juicio. Un disco que se construye con el movimiento: lo que corresponde a una obra hiperproducida que esquiva las matemáticas del quirófano comercial.

– ¿Cómo trabajaron la sonoridad?

– Se fue dando naturalmente. Después de Pericos & Friends encontramos un tono propio de producir y trabajar. Con Diego [“Chapa” Blanco], nuestro tecladista, como ingeniero en la grabación y mezcla, logramos una forma pausada que nos da resultado. El trabajo viene más por el tema de tener suficiente tiempo y la comodidad de nuestro estudio. Esa búsqueda constante en todas las canciones le fue dando los planos, los timbres, las cosas que hicimos y deshicimos.

– ¿Cómo fue el diálogo con la propia obra de Pericos? Ustedes tienen una identidad muy marcada y muy fuerte.

– Nuestra relación con la obra es un pregunta complicada y amplia. Ahora estamos enamorados de nuestro sonido actual. Contamos cuatro y salen sonando las canciones naturales. Lo cual nos hace felices y en perspectiva es un upgrade importante. Levantamos la puntería y generamos muchas cosas. El proceso compositivo fue en la sala, todos juntos desde cero. Así lo planteamos, en concordancia con las ideas de todos. Empezamos desde pequeñas cosas, pequeñas ideas, frases, riffs, células. Después se transformaron en canciones, que fueron cuarenta y pico en el inicio y que de a poco decantamos hasta elegir las trece que quedaron.

Juanchi es claro en un punto: el único objetivo que se plantearon con Soundamerica fue alcanzar la mayor calidad, es decir, ingresar en esa zona delicada que conjuga solidez y riesgo musical. Las decisiones sobre lo que sí y lo que no surgieron en el intercambio colectivo. “Es una especie de sentido común artístico. No es el sentido común habitual. El sentido común artístico es elegir la mejor idea, la que tiene más aristas. A veces una idea que se comparte entre todos puede ser una idea lavada. O poco arriesgada. Acá elegimos la idea que estuviera más de acuerdo con la canción. Buscamos, entre todas las opciones, la más interesante. Así fue como también el disco tomó tantos colores, tantos ritmos y tantas partes”, dice.

– ¿Cómo es sacar un disco nuevo de Los Pericos? ¿En qué cosas sí o sí se detienen para encarar el desafío, teniendo en cuenta la cantidad de éxitos y la trayectoria?

– El desafío hoy es hacer un disco que nos llene. A esta altura no tenemos que justificar otra cosa. Ahí está la cuestión básica de por qué hacemos un disco nuevo a esta altura.

– ¿Por qué creés que la obra de Los Pericos sigue teniendo vigencia? ¿Por qué todavía funcionan sus temas clásicos?

– Los temas clásicos funcionan porque tienen algo. No sé cómo decirlo. Me parece que la vigencia de la banda hace que la gente te vea de una forma. Las nuevas generaciones conocen las canciones aunque no saben de quién son. Eso es espectacular y nos pasa todo el tiempo, especialmente cuando estamos de gira en festivales masivos. Te ven ahí y cantan las canciones. Hay algo mágico, una conexión que no se puede describir ni explicar, ni capturar. Sucede. Y nosotros festejamos que eso suceda. Después, es como todo. Hay fenómenos que no se pueden repetir, ni siquiera evaluar.

– Ustedes son una banda masiva. Pero empezaron hace treinta años. Hoy es distinto, hay miles de artistas a un click de distancia, lo que generó que el público se hiperfragmentara. Así y todo ¿creés que todavía puede surgir una banda masiva? ¿Hay terreno para componer un gran hit?

– En términos de generar, no se puede generar más que música. Y los hits los genera la gente. Generar buenas bandas, se puede. Con buen repertorio, con carisma y buen vivo. Todo eso se puede. Pero generar éxito es imposible. Eso lo decide el público. Eso no está en manos de una persona, ni de dos. Es el público. Por eso existe el éxito inesperado. Yo celebro esas rarezas, esas situaciones inentendibles. Yo festejo cuando me dicen “mirá qué loco cómo la pegó esta banda”. No hay nada mejor que no poder controlar las cosas en la música. Y sí, hay posibilidad de que surjan bandas masivas. Incluso bandas que pueden no gustarte y ser masivas igual. Es así, sucede. Así es el público, el verdadero dueño, rey y déspota de la música.

– ¿Y la hiperfragmentación? ¿Cómo impacta en el mercado?

– La música, como vos decís, está muy fragmentada en tribus y grupos que consumen un estilo y una música en particular. Hasta tal vez están uno al lado del otro y no tienen nada que ver entre ellos. A uno le gusta Callejeros, a otro La Beriso, y aunque pueden sonar parecidas en estética hay seguidores que te dicen que no tienen nada que ver. Eso es parte de lo que pasa hoy, con la transversalidad que caracteriza a la música actual. Se fragmentó el público y las estéticas. Me parece un fenómeno genial. Además, en la escena actual hay crossovers y convivencia de públicos. Por suerte. Me acuerdo del festival B.A. Rock, en el 82, atrás del estadio Obras. Estaba V8 que puteaba a los hippies. Y después tocaba Piero. El público se ponía agresivo. Antes los públicos no convivían como conviven hoy. Hoy es algo natural y muy bueno. Como escuchar música en un celular. Es un fenómeno actual que antes no sucedía.

– ¿Qué lugar ocupa el rock como género popular? ¿Lo sigue siendo?

– El rock sigue siendo un género popular. El rock era un camino de tierra, marginal. Hoy convive con todos los géneros. Hay mil ejemplos y miles de artistas que coquetean con el mainstream y con el pop. Eso sí, hay pop disimulado de rock. Y rock disimilado de pop, también. No nos hagamos los boludos. Hay de todo.

De todo. Igual que en Soundamerica, donde las ideas son las líneas que conectan más ideas. Así se sostiene la estructura de un nuevo sonido para Los Pericos.

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